Tú no sabes a que me sabe el café contigo...

Me sabe a tanto y tan diferente.

Me sabe a memoria y a un instante,

me sabe a tus libros y a mis películas, 

a tus clases de teatro y a mis poemas.

Tú no sabes cuánto me gusta el café, la charla y más si es contigo,
Tú no sabes cuánto odio el café cuando te marchas.

Hay cosas que, por el contrario, se rompen más cuando nadie las toca...

como los corazones, por ejemplo.

Tristemente puesta en pie acaricias con los dedos la esperanza muerta.
La torpeza y la vergüenza.

Y lamentas con miradas lo que no se puede ni explicar,

[De este amor impuro y agotado 

enfermo y delicado 

pequeño y despistado que 

se apaga]

Una vez más hoy me pregunto: "¿la amo?", y una vez más no sé qué contestarme. O más bien por centésima vez me he contestado que la odiaba. Sí, me era odiosa. Hubo momentos - al terminar cada una de nuestras entrevistas- en que hubiese dado la mitad de mi vida por estrangularla. De haber sido posible hundirle un puñal en el pecho, creo que lo habría hecho con placer.
Y, sin embargo, palabra de honor, si en el Schlangenberg, en aquella cima de moda, me hubiera, efectivamente, dicho: "Tírese abajo de cabeza", me habría lanzado inmediatamente, incluso con satisfacción.
[El jugador, F.Dostoievsky]