viernes, 30 de agosto de 2013

Su sonrisa sigue alegrando la vida. 
La verdad es que tiene un aire liviano y optimista, elegante y zumbón.
La mejor empresa que tengo a mi alcance es sentirme vivo.

jueves, 29 de agosto de 2013

Inspiraba confianza. La gente le creía las cosas más absurdas, y no se equivocaba, porque todo en ella era un poco absurdo.
No llevaba brújula sino que se orientaba por el sol, pero cuando le tocaban días tormentosos, de cielo oscuro, no tenía la menor idea de dónde quedaba el norte. Y eso tampoco lo afectaba, ya que no tenía preferencia por ninguno de los puntos cardinales.

miércoles, 28 de agosto de 2013

- ¿Usted no se piensa desvestir, compañero?
- ¿Lo crees necesario?
- Absolutamente.
Allí el deseo reclamó sus derechos, 
y también esa duda quedó para después.
He ido fabricándome tentaciones, 
y cayendo en ellas.

lunes, 26 de agosto de 2013

No hay que obligar al azar
"Ves como nos separamos y él viene y nos junta. Quién sabe lo que vendrá.  No hay que prometer nada porque las promesas son horribles ataduras, y cuando uno se siente amarrado tiende a liberarse, eso es fatal".
Nos dijimos adiós, ojalá volvamos a vernos.
El verano acabó. El otoño duró lo que tarda en llegar el invierno.

viernes, 23 de agosto de 2013

¿Estás apurado o tomamos un café?.
Y lo tomamos.
Yo sólo busco que me tiemblen las piernas.
Yo sólo busco que nadie la entienda.
[Encendernos con las manos fue más de la cuenta]

jueves, 22 de agosto de 2013

Esto es una canción de guerra.
¿Quién habla aquí de amor?, esto es una canción de guerra.
[Es la guerra, recuérdalo]
A veces todo se confunde, uno quiere decir paz y sale guerra.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Pero quién sabe
Y desplegaba su sonrisa. Comparada con la suya, la de la Gioconda era una pobre mueca. [...]
Su proyecto era estar unos meses en España y luego decidiría. Teníamos que vernos, claro, pero le dije que el domingo yo debía partir por tren nocturno hacia Andalucía y le propuse que me acompañara, así aprovechábamos el viaje a Granada para contarnos, una vez más, quiénes éramos. 
Imaginé que estaría sonriendo y que aún ahora la Gioconda saldría perdidosa. 
[Puentes como liebres, M.Benedetti]

lunes, 12 de agosto de 2013

Estos son recuerdos del pasado, de lugares ya remotos, cuando no era más que un trozo del adulto que ahora soy.
[Bielefeld]
Desde el norte, con amor y absurdidad.

jueves, 1 de agosto de 2013

Como casi siempre, al descubrirse, el desnudo y la desnuda se asombran de sus desnudeces. 
Como casi siempre, éstas son mejores que las de la memoria. 
Sus manos se ahuecan para buscar y encontrar los pechos de ella, que al mero contacto lucen, se renuevan. Entonces, él dice o piensa: "No es que carezca de sentido de culpa, pero la verdad es que no me atormento. Las sensaciones llegan y se van, son aves migratorias, y cuando vuelves, si vuelven, ya no son las mismas. Se fueron frescas, espontáneas, recién nacidas y regresan maduras, inevitablemente programadas".
Las colonizadoras manos de ella acarician la colonizada espalda de él, y empiezan a invadirlo, a abrazarlo, a tenerlo. Entonces ella dice o piensa: "Es obvio que el futuro está lleno de amenazas, de riesgos, de inseguridades, pero yo creo (de creer en y de crear), para mi uso personal, un cielo despejado. Vos te aferrás al instante, ése es tu estilo. Mi instante, en cambio, quiere ser prólogo de otro".
Ahora la boca del hombre se ha detenido en la oreja de ella y opta por pensar o decir: "¿Sabés una cosa? Tu oreja no siempre está desnuda. Sólo lo está cuando vos lo estás. Me gusta tu oreja desnuda, tal vez como una consecuencia de que me gustás así, como estás ahora. Después de todo, tenés razón: el instante es mi estilo. Es allí que lo juego todo. No ahorro disfrutes para vivir de esa renta en la tercera edad. Beso tu oreja como si nunca hubiera besado otra oreja. Por eso tu oído escucha estas palabras que nunca escuchó antes. Ni dije o pensé antes. El amor no es repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida. El amor no es repetición".
La mujer mueve la cabeza hasta que sus labios rozan los de él y entonces dice o piensa: "Ya lo ves, has repetido que no es repetición. Y eso quiere decir algo. Digamos que es y no es. Todo es verdad. La repetición está en el comienzo y es como un eco, un recordatorio de la piel. A mí siempre me enternece recordar tu piel, pero sobre todo que tu piel me recuerde tu piel. No tengas miedo, en el amor (al menos, en mi amor) la repetición no se vuelve rutina. Tu cuerpo y mi cuerpo nunca son los mismos. El amor es y no es repetición".
La piel de ella alternativamente se eriza o se abandona, en tanto que allá arriba la boca se entreabre y los ojos comienza a cerrarse. Entonces él piensa o dice: "¿Cómo voy a programar o a calcular el amor de mañana o pasado, si tengo aquí esta concreta recompensa (o castigo) que sos vos, hoy?. No te engaño si en este momento te confieso que te quiero toda, cuerpo y alma y alrededores, pero ¿para qué voy a hacerle descuentos a este deleite pronosticando qué sentiré el martes o el jueves?. ¿Cómo no preferir mirarte a vos, que sos la vida o por lo menos una de sus más incitantes imitaciones?".
Hay un silencio cálido, inexpungnable, que envuelve a los dos cuerpos. De pronto, el hombre decide apoyar su oído sobre el poderoso ombligo de la mujer. Es como si a través de omphalos, esa cicatriz genérica, esa boca muda, la mujer murmurara  o vibrara en el oído del hombre: "Quisiera tenerte siempre, pero me resigno a tenerte hoy. Quizá la diferencia resida en que mientras tu goce es explosivo, fulgurante, el mío, que acaso es más profundo, tiene ojeras de melancolía. No puedo evitar prever desde ahora, junto al buen azar de tenerte, el anticipo de la nostalgia que sentiré cuando no estés. Ya lo sé. Demasiado lo sé. Todo está claro. Todo estuvo claro desde el vamos. Pero que me resigne no incluye que te mienta. Y esto que yo, ombligo, dejo en vos, oído, es para que alguna vez te zumbe y al menos te preguntes qué será ese zumbido".
Siente que la boca del hombre va ascendiendo a su boca y cuando por fin cada lengua se encuentra con su prójima, ambas proponen o resuelven o gimen: "Qué importa si es o no repetición, qué importa si es prólogo o desenlace. Estamos. Somos. Una y uno. Dejemos que la muerte nos odie desde lejos. Desde muy lejos. Somos. Estamos. Tan cerca de vos que soy vos. Tan cerca de mí que sos yo. Una + uno = une. Se unen, pues. El mundo queda fuera, con sus culpas, sus deberes, sus ropas. El desnudo y la desnuda son únicos testigos del amor sin testigos. Uno sobre otra, o viceversa, la humedad de sus vientres es de ambos. Los cuerpos borran de un placerazo sus condenas y también se reconocen y trabajan. Trabajan y gozan, únicos en el mundo, por fortuna olvidados. Entonces ella piensa o grita: "Vení", y él canta o piensa: "Voy". Y así, poco a poco (y al final, mucho a mucho) se ensimisma y celebra, se alucina y consuma el 
va-i-vén".
Vaivén, M.Benedetti.