jueves, 15 de julio de 2010

Los forasteros en Nueva York somos reconocibles porque vamos por la calle mirando hacia el cielo con la boca abierta. A algunos se les pasa en unos días. Otros llevamos la nuca encajada entre los omóplatos durante meses. Soy de los que se emboban con los rascacielos, quizás porque me producen vértigo, o porque son catedrales contemporáneas y están para eso, para embobar a gente como yo.
(Historias de Nueva York, Enric González)

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