Dice André Malraux en sus memorias que la verdad de un hombre es, en primer lugar, todo aquello que esconde; entonces quizá sea mejor dejar siempre en la trastienda algún secreto, acariciar el placer de la mentira para que no nos conozcan definitivamente y así dejen de querernos.
Quiso construir su propia verdad con los secretos que desvela y también con los que guarda.
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